viernes, 30 de noviembre de 2007

Entrevista en El Tiempo Latino

AA—Hablemos de inmigración: usted ha dicho que no se aprecia como es debido al trabajador inmigrante.

PK—No se entiende la magnitud global del trabajador inmigrante. Creo que lo que ganan quienes trabajan en otros países, entre todos, probablemente supera el producto territorial bruto de un país como India. Ese trabajador discriminado no se ha consolidado como la fuerza que es. Un ejemplo que conozco bien es El Salvador.

AA—Usted ha calificado al gobierno de El Salvador de “conserje” del país. ¿Qué quiere decir?

PK—Los ingresos brutos de los salvadoreños en el exterior son superiores al producto doméstico bruto. Por eso la mitad del Congreso de El Salvador podría estar representado por inmigrantes. ¿Cuál es el rol de los gobernantes salvadoreños ya que el país ha decidido irse a trabajar afuera? Mantener la casa en su sitio. Por eso el gobierno salvadoreño es un conserje que mantiene el edificio patrio.

AA—¿Y eso, según usted, tiene fecha de expiración?

PK—O el corazón se mantiene caliente o los salvadoreños se olvidan de El Salvador.

AA—¿Y las iniciativas de inversión que se ven en los últimos años?

PK—Creo que están mal enfocadas porque si el país ha decidido trabajar en el exterior, las inversiones deberían plantearse en el país de acogida y no en su país donde no hay estructura productiva.

AA—¿Cómo explica usted la relación entre el beneficio que los inmigrantes proporcionan a EE.UU. y la tensión y hostilidad que se genera?

PK—Porque siempre se busca a quien echarle la culpa. Y la figura del inmigrante que roba trabajos es un cuadro muy simple que encuentra fáciles excusas políticas. En Estados Unidos los inmigrantes tienen que reconocer que 12 millones de indocumentados pueden molestar al dueño de la casa. No peleemos contra eso, porque desde luego no lo vamos a solucionar gritando que los inmigrantes no molestan. Debemos plantear programas que planteen soluciones. Una de las ideas es que podríamos ir diseñando programas masivos de visas de trabajo temporal y pólizas de seguro de retorno. Lo que quiero decir es que debemos explorar nuevas ideas.

Nota: AA, quien hace las preguntas es Alberto Avendaño el editor de El Tiempo Latino



sábado, 9 de junio de 2007

Si no regresan… ¡Nosotros pagamos!

Uno de los principales obstaculos para lograr ampliar los programas de visas para los trabajadores temporales que tanto se necesitan, por ejemplo de Centro América a los Estados Unidos, es la falta de confianza que los países receptores tienen con respecto a la capacidad de supervisión de sus propias autoridades fronterizas. Esto es algo que necesita ser remediado.

Por cuanto el inmigrante constituye para el país receptor básicamente un extraño, lo lógico es que busquemos mas en el país que los envía y para quien ese emigrante es un compatriota, un vecino, la manera de garantizar su retorno oportuno.

En tal sentido la fundación Voice and Noise que presido se encuentra actualmente desarrollando una opción por medio de la cual aseguradoras privadas de Centro América ofrecerá indemnizar a los Estados Unidos de América con una suma importante de dinero (mínimo cien mil dólares) por cada inmigrante cubierto por un programa de visa temporal determinado, que no pueda evidenciar haber retornado a su país dentro de los plazos previstos.

¿Estaríamos hablando de un programa que puede ser objetable desde una perspectiva de derechos humanos? En absoluto, todo lo contrario. Dado que las primas del seguro serían pagaderas por los propios trabajadores beneficiarios del programa de visas y que las primas contemplan sustanciales descuentos basados en el buen comportamiento colectivo, más bien lo que se logra es adecuar la estructura de incentivos.

Cuando informalmente converse con algunos asistentes a una conferencia de alto nivel sobre la inmigración, la idea esta fue recibida con muchísimo entusiasmo justamente como una expresión de ese tipo de “public-private-partnership” que tanto se necesita. De igual manera las empresas de seguro se han mostrado tan interesadas que un empresario visionario llego hasta decir que “si estos trabajadores reinvierten parte de sus ingresos construyéndose un capital representado por una casa aquí, de repente hasta podría darle su cobertura de manera casi gratuita”.

jueves, 29 de marzo de 2007

Del “dinerito” a casa

El BID estimó que las transferencias de los emigrantes a los países latinoamericanos fueron 62,3 mil millones de dólares en el 2006. Si ese monto representase entre el 20% a 15% de los ingresos de los emigrantes estamos entonces hablando de un Producto Bruto Emigrante (PBE) de 310 a 415 mil millones de dólares, lo que significa como mínimo más que dos Venezuela.

Para El Salvador, lo que producen sus emigrantes, quienes por supuesto no son menos salvadoreños por trabajar fuera de su país, eso representa, usando los mismos parámetros, un PBE de 90% a 120% del PIB normal de El Salvador, lo que en términos económicos significaría que existen dos El Salvador.

Para el caso de Nicaragua, donde Chávez acaba de condonar una deuda de 30 millones de dólares y prometerles otros 10 en dinero fresco, es importante recordar que los emigrantes nicaragüenses enviaron a su patria 950 millones de dólares en el 2006, algo de lo cual debe estar consciente un Daniel Ortega.

Por supuesto es lógico que ante tales cifras los entes multilaterales como el BID y el Banco Mundial le presten mucha atención a las transferencias, pero en ese sentido necesito comentar sobre tres asuntos en los cuales no estoy muy de acuerdo con lo que esos entes dicen o hacen.

Primero. La transferencia que un hijo emigrante envía a su mamá, no tiene nada de distinto que la ayuda que da el hijo que se quedó en casa, por lo que siempre debemos recordar y machucar que estas transferencias son de carácter eminentemente privado. Lo digo por cuanto en muchos de los escritos sobre el tema uno queda con la sensación de que estos fondos representan una oportunidad nueva y distinta para intervenir. Si desean ayudar a los dos hijos y a la mamá a hacer un mejor uso general de los recursos, bienvenidos sean, pero si lo que tienen en mente es caerle de manera especial a las transferencias de quienes trabajan afuera, creo que el tiro les puede salir por la culata.

Segundo. Se han gastado fortunas analizando y buscando reducir los costos de las transferencias lo cual aun cuando de por sí no es malo, representa una verdadera irrelevancia dentro del contexto total del Producto Bruto Emigrante. En lugar de ese análisis umbilical sobre un problema que sólo se resuelve creando más competencia entre quienes están en el negocio de las transferencias, muchísimo más importante es ver cómo se logra elevar el ingreso per cápita del inmigrante, de la misma manera como se busca elevar el ingreso de quien se quedo en su país.

Tercero. Se discute mucho sobre la posible pérdida de cerebros que puedan sufrir los países, pero muy poco o nada sobre lo que debe preocupar mucho más, la posibilidad de una fuga de corazones.

La verdad es que si los países receptores de las transferencias no se ocupan de mejorar para que no sigan haciendo casi obligante la emigración y de mantener el contacto con los corazones de sus emigrantes, las madres patrias quedarán muy pronto sustituidas por una madrastra patria y con ello las transferencias desaparecerán… y no por magia.
El Universal

viernes, 23 de febrero de 2007

Hay que construir más McCárceles

¿Han oído a alguien decir que un país es 30% más justo que otro? Por supuesto que no. La Justicia, situada sobre un continuo que va desde su total ausencia hasta la Justicia Divina, es muy difícil de medir. Las injusticias son más fáciles de identificar y todos sabemos que en la mayoría de nuestros países, las cárceles representan una de las peores.

Para darle el mejor uso posible a los recursos escasos resulta importante poder medir los resultados y en tal sentido las reformas judiciales en muchos de nuestros países, a veces financiadas con la ayuda de los entes multilaterales, podrían avanzar más rápido de concentrarse en eliminar las injusticias, por ejemplo mejorando las instalaciones penitenciarias, que buscando justicia invirtiendo en tribunales.

En las primeras semanas de 2007 ya hemos sido impactados con noticias sobre 16 presos muertos en una riña en Venezuela y otros 20 en El Salvador. Al estar los jueces muy concientes que las condiciones que rigen en las cárceles son tan vergonzosas que hasta pueden parecerse a las de un campo de exterminación nazi, a veces nos preguntamos si no se debería demandar ante la Corte Internacional de Justicia, a los propios jueces, por sus crímenes contra la humanidad.

Cuando entonces observamos como tantas personas que provienen de Centroamérica son devueltas por los Estados Unidos a sus países de origen, en razón de haber cometido algún acto criminal, aún a sabiendas que esos países no tienen los recursos necesarios para enfrentar ese problema y menos aún lograr la rehabilitación social del preso, es claro que nos encontramos sumergidos en un círculo criminalmente vicioso.

Para lograr salir de esta centrífuga-del-terror los Estados Unidos deberían entonces ayudar a los países de Centro América a construir y operar unas mejores cárceles. Tal colaboración podría ser efectuada por algunos estados manteniendo presos en una cárcel en Centroamérica, en lugar de en California, Virginia, o Maryland.

Hoy, en EE.UU existen cerca de 2.2 millones de presos, de los cuales muchos son originarios de Centroamérica y cada uno de ellos le puede costar a su respectivo estado entre 30.000 a 20.000 dólares anuales, dependiendo si las cárceles son públicas o están siendo operadas por empresas privadas. Lo anterior evidencia el inmenso potencial de ganar-ganar que existe en una propuesta que al mismo tiempo que logra introducir unas modernas cárceles en Centroamérica, le facilitar a los estados de este país lograr sus equilibrios fiscales.

Las referidas cárceles, que serían operadas por empresas especializadas sobre la base de estrictas certificaciones de calidad, del tipo ISO 9000 y supervisadas por organizaciones independientes podrían, una vez amortizada la inversión con los ingresos de proveer servicios a los Estados Unidos, ser transferidas a los gobiernos de Centroamérica.

De la misma manera que las franquicias del tipo McDonald’s lograron transferir mejores estándares de servicio a muchos países en vía de desarrollo, unas McCárceles ayudarían a mejorar los sistemas carcelarios, educando a personal especializado y estableciendo los puntos de comparación que estimulen el tan necesario sentido de la vergüenza.





lunes, 12 de febrero de 2007

Una comunidad Americana… de hecho!

Cuando leemos que sólo en la gran Washington ya existen 550.000 personas que vienen de El Salvador, no puede haber duda de que algunos de los países de Centro América ya, de hecho, forman parte de una comunidad Americana. Dicho de otra manera, los Estados Unidos, quizás sin darse cuenta, atravesaron su propio proceso de ampliación del tipo Europeo.

Las anteriores realidades demográficas indican que el debate actual en los Estados Unidos sobre una reforma de las leyes de inmigración puede beneficiarse de dividirse en dos: una reforma inmigratoria como tal y un debate sobre leyes y regulaciones que coadyuven a la convivencia dentro de una Comunidad Americana. Lo anterior permitiría adelantar de manera más efectiva las tantas reformas que son necesarias y evitar que los debates sean secuestrados por propuestas tan extremistas, como la de construir unas nuevas líneas de Maginot (inservibles) o unos muros de Berlín (imperdonables).

Buscar solucionar los grandes problemas específicos de nuestra realidad migratoria continental a través de una ley de inmigración general es seleccionar un instrumento de cambio bastante torpe y en tal sentido el CAFTA ofrecía una excelente oportunidad para iniciar unas discusiones abiertas y transparentes sobre lo que he llamado “la ampliación de hecho de los Estados Unidos”… ojalá aún no sea tarde.

Por cierto, si yo fuere un americano verdaderamente desesperado por construir un muro para cercar a los Estados Unidos, probablemente tendría que darme por satisfecho con unas barreras de agua… una en el Estrecho de Bering y otra en el Canal de Panamá.

Nota: Extraído de mi Voice and Noise, Booksurge, 2006

viernes, 12 de enero de 2007

Se necesitan “Los chaperones de la frontera”

En un artículo reciente “Contra la Fuga de Corazones” recordaba sobre la importancia que tiene el mantener los lazos emotivos del emigrante con su país de origen, en un debate que hasta la fecha se ha centrado más sobre el problema de “la fuga de cerebros”. 
El tema se ha hecho urgente con la reciente publicación por el Pew Hispanic Center, el Woodrow Wilson Center y el Migration Policy Institute, de la Encuesta Nacional Latina 2006. 
Los resultados de tal encuesta indicarían que la velocidad con que los inmigrantes se olvidan del regresar a su país, dejan de efectuar transferencias y hasta pierden el contacto frecuente con familia y amigos, lo que he llamado la “fuga de corazones”, parecería ser una enfermedad que trae un periodo de incubación mucho mas corto que el generalmente estimado. 
Sin duda que lo anterior, de ser cierto, puede tener repercusiones serias. Primero, por supuesto, para los países receptores de las transferencias monetarias que hacen sus emigrantes, pero también para las políticas de los organismos multilaterales tales como el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial. 
Aparte de la sugerencia relativa a que las Universidades de Centroamérica mantengan un mejor contacto con sus emigrantes, dictando cursos de larga distancia en materias como geografía e historia y que por lo menos permite que si los jóvenes regresan a su país no tengan que pasar por engorrosos procesos de revalidar materias, también estoy buscando generar interés en un programa que he llamado “Los chaperones de la frontera.” 
La idea es lograr que el Congreso de los Estados Unidos autorice un programa mediante el cual ciudadanos, iglesias y organizaciones no gubernamentales norteamericanas, debidamente registradas, puedan acompañar a los inmigrantes ilegales en un viaje de ida y vuelta a su país de origen, para “calentar sus corazones”, sin que las autoridades en la frontera se opongan o dejen un registro. 
¿Imposible? No necesariamente. La acumulación de las tragedias humanas que ocurren al no poder estar presente en la enfermedad de la abuelita, el sesenta cumpleaños del padre, el matrimonio de la hermana o hasta la Primera Comunión de la hija, no le sirve absolutamente de nada a nadie.
Por el contrario, un programa como éste, de naturaleza interina, hasta que finalmente decidan qué hacer con el problema de los inmigrantes ilegales, solo puede fomentar la buena voluntad. Algo que nunca sobra.