viernes, 15 de diciembre de 2006

Contra la fuga de los corazones

Sin importar lo mucho que se hable sobre como la fuga de cerebros (brain-drain) pueda afectar negativamente a los países en vías de desarrollo, que presentan un alto nivel de emigración, en mi opinión lo mas importante para ellos es evitar la fuga de corazones (heart-drain). Una fuga de corazones traería como consecuencia no sólo la posibilidad de perder la ayuda que actualmente significan las remesas, sino más importante aún, que la nación pierda para siempre a muchos de sus ciudadanos, justamente aquéllos quienes emigrando quizás hayan demostrado la mayor capacidad de iniciativa.

Hoy en día, aún con tanto hablar sobre la globalización, los registros económicos siguen manteniéndose basados sólo en unas fronteras geográficas locales. Por ejemplo, si un guatemalteco sale de su país, pasa a formar parte del PTB de su país anfitrión y sólo su remesa familiar quedará registrada en las cifras económicas de su Guatemala. Lo anterior es una manera errónea de enfocar el asunto, ya que, en mi opinión, en un mundo globalizado un guatemalteco jamás debería ser menos guatemalteco por el sólo hecho de trabajar en otro lugar. En tal sentido, todo el ingreso bruto que un emigrante obtiene en el exterior debería formar parte de un PNB de su país de origen y esto evidenciaría con mayor claridad la necesidad del país en apoyar a sus emigrantes en lugar de olvidarse de ellos.

Considero que las reflexiones anteriores indican claramente cuál debería entonces ser la principal función de por ejemplo las universidades en Centroamérica, con respecto a los emigrantes de sus países. De un lado, deben analizar y desarrollar los programas que pueden ayudar a un emigrante a maximizar su potencial en un país extranjero, cuando ha tomado la decisión de emigrar, y del otro, analizar y desarrollar los programas que puedan ayudar a un emigrante a no perder el contacto con su país de origen.

Basado en la anterior apreciación y en el hecho de que no hay nada más superior que lo absolutamente primario, le recomendaría a las universidades desarrollar de inmediato unos cursos virtuales sencillos sobre la historia, la geografía y la cultura de sus respectivos países y colocarlos a la disposición de todos aquéllos que están a punto de pasar a ser la primera generación de hijos de emigrantes centroamericanos… y antes que perdamos sus corazones para siempre.

Posdata urgente: El 7 de Diciembre de 2006 el Pew Hispanic Center, el Woodrow Wilson Center y el Migration Policy Institute publicaron algunos resultados de la Encuesta Nacional Latina que llevaron acabo en los Estados Unidos. Los resultados asustan ya que al ver con qué rapidez los inmigrantes se olvidan del regresar, dejan de efectuar transferencias y hasta pierden el contacto frecuente con la familia y amigos, la “fuga de corazones” parecería ser una enfermedad feroz.

En lo personal estoy buscando afanosamente que los Estados Unidos autorice un programa donde ciudadanos norteamericanos debidamente registrados puedan hacerse responsables como acompañantes oficiales, para permitir que los inmigrantes ilegales en los Estados Unidos y que para todos los fines prácticos están “presos” en ese país por cuanto no se atreven a perder la opción de quedarse, puedan ir i regresar a su país para “calentar su corazón”, sin que las autoridades dejen un registro de su viaje.

Publicado en El Tiempo Latino, Washington D.C.

lunes, 10 de abril de 2006

Pasaportes de la «Unión Americana» podrían funcionar

Carta publicada en el Financial Times


 Pasaportes de la «Unión Americana» podrían funcionar

Señor, es lamentable que en el mundo globalizado de hoy todavía haya tantos estadounidenses que creen que al enviar a un miembro de una banda criminal al otro lado de la frontera, a un país con muchos menos recursos, se han librado del problema.

En este sentido, Jacob Weisberg («Ideas sobre inmigración rayanas en la perversidad», Financial Times del 6 de abril), consternado por las ideas actuales sobre la reforma de la ley de inmigración en EE. UU., propone no aprobar ninguna reforma y seguir como si nada ocurriera.

Otra vía más transparente sería aceptar de facto que ya existe una «Unión Americana» entre Norteamérica y Centroamérica, y emitir un pasaporte común para todos los ciudadanos de esta Unión Americana ampliada.

Esta estrategia permitiría que muchos de los más de 11 millones de inmigrantes indocumentados que no se atreven a abandonar EE. UU. por temor a no poder regresar, fueran liberados de su (también de facto) «madre de todas las cárceles» y volvieran a casa, aunque fuera temporalmente.

También sería útil comprender que si Estados Unidos hubiera destinado un presupuesto similar al de la guerra de Irak a la asistencia a Centroamérica, como hizo la Unión Europea con España y otros países, todo el debate sobre la inmigración podría haber sido irrelevante, con la posible excepción de la creciente población de la generación del baby boom que se traslada al sur en busca de atención médica y servicios.

Finalmente, al observar cómo los centroamericanos trabajan arduamente en Estados Unidos y ayudan a sus familias en sus países de origen, uno se pregunta si esto no forma parte del proceso mediante el cual Estados Unidos busca renovar sus valores laborales y familiares para mantenerse fuerte.