jueves, 29 de marzo de 2007

Del “dinerito” a casa

El BID estimó que las transferencias de los emigrantes a los países latinoamericanos fueron 62,3 mil millones de dólares en el 2006. Si ese monto representase entre el 20% a 15% de los ingresos de los emigrantes estamos entonces hablando de un Producto Bruto Emigrante (PBE) de 310 a 415 mil millones de dólares, lo que significa como mínimo más que dos Venezuela.

Para El Salvador, lo que producen sus emigrantes, quienes por supuesto no son menos salvadoreños por trabajar fuera de su país, eso representa, usando los mismos parámetros, un PBE de 90% a 120% del PIB normal de El Salvador, lo que en términos económicos significaría que existen dos El Salvador.

Para el caso de Nicaragua, donde Chávez acaba de condonar una deuda de 30 millones de dólares y prometerles otros 10 en dinero fresco, es importante recordar que los emigrantes nicaragüenses enviaron a su patria 950 millones de dólares en el 2006, algo de lo cual debe estar consciente un Daniel Ortega.

Por supuesto es lógico que ante tales cifras los entes multilaterales como el BID y el Banco Mundial le presten mucha atención a las transferencias, pero en ese sentido necesito comentar sobre tres asuntos en los cuales no estoy muy de acuerdo con lo que esos entes dicen o hacen.

Primero. La transferencia que un hijo emigrante envía a su mamá, no tiene nada de distinto que la ayuda que da el hijo que se quedó en casa, por lo que siempre debemos recordar y machucar que estas transferencias son de carácter eminentemente privado. Lo digo por cuanto en muchos de los escritos sobre el tema uno queda con la sensación de que estos fondos representan una oportunidad nueva y distinta para intervenir. Si desean ayudar a los dos hijos y a la mamá a hacer un mejor uso general de los recursos, bienvenidos sean, pero si lo que tienen en mente es caerle de manera especial a las transferencias de quienes trabajan afuera, creo que el tiro les puede salir por la culata.

Segundo. Se han gastado fortunas analizando y buscando reducir los costos de las transferencias lo cual aun cuando de por sí no es malo, representa una verdadera irrelevancia dentro del contexto total del Producto Bruto Emigrante. En lugar de ese análisis umbilical sobre un problema que sólo se resuelve creando más competencia entre quienes están en el negocio de las transferencias, muchísimo más importante es ver cómo se logra elevar el ingreso per cápita del inmigrante, de la misma manera como se busca elevar el ingreso de quien se quedo en su país.

Tercero. Se discute mucho sobre la posible pérdida de cerebros que puedan sufrir los países, pero muy poco o nada sobre lo que debe preocupar mucho más, la posibilidad de una fuga de corazones.

La verdad es que si los países receptores de las transferencias no se ocupan de mejorar para que no sigan haciendo casi obligante la emigración y de mantener el contacto con los corazones de sus emigrantes, las madres patrias quedarán muy pronto sustituidas por una madrastra patria y con ello las transferencias desaparecerán… y no por magia.
El Universal

viernes, 23 de febrero de 2007

Hay que construir más McCárceles

¿Han oído a alguien decir que un país es 30% más justo que otro? Por supuesto que no. La Justicia, situada sobre un continuo que va desde su total ausencia hasta la Justicia Divina, es muy difícil de medir. Las injusticias son más fáciles de identificar y todos sabemos que en la mayoría de nuestros países, las cárceles representan una de las peores.

Para darle el mejor uso posible a los recursos escasos resulta importante poder medir los resultados y en tal sentido las reformas judiciales en muchos de nuestros países, a veces financiadas con la ayuda de los entes multilaterales, podrían avanzar más rápido de concentrarse en eliminar las injusticias, por ejemplo mejorando las instalaciones penitenciarias, que buscando justicia invirtiendo en tribunales.

En las primeras semanas de 2007 ya hemos sido impactados con noticias sobre 16 presos muertos en una riña en Venezuela y otros 20 en El Salvador. Al estar los jueces muy concientes que las condiciones que rigen en las cárceles son tan vergonzosas que hasta pueden parecerse a las de un campo de exterminación nazi, a veces nos preguntamos si no se debería demandar ante la Corte Internacional de Justicia, a los propios jueces, por sus crímenes contra la humanidad.

Cuando entonces observamos como tantas personas que provienen de Centroamérica son devueltas por los Estados Unidos a sus países de origen, en razón de haber cometido algún acto criminal, aún a sabiendas que esos países no tienen los recursos necesarios para enfrentar ese problema y menos aún lograr la rehabilitación social del preso, es claro que nos encontramos sumergidos en un círculo criminalmente vicioso.

Para lograr salir de esta centrífuga-del-terror los Estados Unidos deberían entonces ayudar a los países de Centro América a construir y operar unas mejores cárceles. Tal colaboración podría ser efectuada por algunos estados manteniendo presos en una cárcel en Centroamérica, en lugar de en California, Virginia, o Maryland.

Hoy, en EE.UU existen cerca de 2.2 millones de presos, de los cuales muchos son originarios de Centroamérica y cada uno de ellos le puede costar a su respectivo estado entre 30.000 a 20.000 dólares anuales, dependiendo si las cárceles son públicas o están siendo operadas por empresas privadas. Lo anterior evidencia el inmenso potencial de ganar-ganar que existe en una propuesta que al mismo tiempo que logra introducir unas modernas cárceles en Centroamérica, le facilitar a los estados de este país lograr sus equilibrios fiscales.

Las referidas cárceles, que serían operadas por empresas especializadas sobre la base de estrictas certificaciones de calidad, del tipo ISO 9000 y supervisadas por organizaciones independientes podrían, una vez amortizada la inversión con los ingresos de proveer servicios a los Estados Unidos, ser transferidas a los gobiernos de Centroamérica.

De la misma manera que las franquicias del tipo McDonald’s lograron transferir mejores estándares de servicio a muchos países en vía de desarrollo, unas McCárceles ayudarían a mejorar los sistemas carcelarios, educando a personal especializado y estableciendo los puntos de comparación que estimulen el tan necesario sentido de la vergüenza.





lunes, 12 de febrero de 2007

Una comunidad Americana… de hecho!

Cuando leemos que sólo en la gran Washington ya existen 550.000 personas que vienen de El Salvador, no puede haber duda de que algunos de los países de Centro América ya, de hecho, forman parte de una comunidad Americana. Dicho de otra manera, los Estados Unidos, quizás sin darse cuenta, atravesaron su propio proceso de ampliación del tipo Europeo.

Las anteriores realidades demográficas indican que el debate actual en los Estados Unidos sobre una reforma de las leyes de inmigración puede beneficiarse de dividirse en dos: una reforma inmigratoria como tal y un debate sobre leyes y regulaciones que coadyuven a la convivencia dentro de una Comunidad Americana. Lo anterior permitiría adelantar de manera más efectiva las tantas reformas que son necesarias y evitar que los debates sean secuestrados por propuestas tan extremistas, como la de construir unas nuevas líneas de Maginot (inservibles) o unos muros de Berlín (imperdonables).

Buscar solucionar los grandes problemas específicos de nuestra realidad migratoria continental a través de una ley de inmigración general es seleccionar un instrumento de cambio bastante torpe y en tal sentido el CAFTA ofrecía una excelente oportunidad para iniciar unas discusiones abiertas y transparentes sobre lo que he llamado “la ampliación de hecho de los Estados Unidos”… ojalá aún no sea tarde.

Por cierto, si yo fuere un americano verdaderamente desesperado por construir un muro para cercar a los Estados Unidos, probablemente tendría que darme por satisfecho con unas barreras de agua… una en el Estrecho de Bering y otra en el Canal de Panamá.

Nota: Extraído de mi Voice and Noise, Booksurge, 2006

viernes, 12 de enero de 2007

Se necesitan “Los chaperones de la frontera”

En un artículo reciente “Contra la Fuga de Corazones” recordaba sobre la importancia que tiene el mantener los lazos emotivos del emigrante con su país de origen, en un debate que hasta la fecha se ha centrado más sobre el problema de “la fuga de cerebros”. 
El tema se ha hecho urgente con la reciente publicación por el Pew Hispanic Center, el Woodrow Wilson Center y el Migration Policy Institute, de la Encuesta Nacional Latina 2006. 
Los resultados de tal encuesta indicarían que la velocidad con que los inmigrantes se olvidan del regresar a su país, dejan de efectuar transferencias y hasta pierden el contacto frecuente con familia y amigos, lo que he llamado la “fuga de corazones”, parecería ser una enfermedad que trae un periodo de incubación mucho mas corto que el generalmente estimado. 
Sin duda que lo anterior, de ser cierto, puede tener repercusiones serias. Primero, por supuesto, para los países receptores de las transferencias monetarias que hacen sus emigrantes, pero también para las políticas de los organismos multilaterales tales como el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial. 
Aparte de la sugerencia relativa a que las Universidades de Centroamérica mantengan un mejor contacto con sus emigrantes, dictando cursos de larga distancia en materias como geografía e historia y que por lo menos permite que si los jóvenes regresan a su país no tengan que pasar por engorrosos procesos de revalidar materias, también estoy buscando generar interés en un programa que he llamado “Los chaperones de la frontera.” 
La idea es lograr que el Congreso de los Estados Unidos autorice un programa mediante el cual ciudadanos, iglesias y organizaciones no gubernamentales norteamericanas, debidamente registradas, puedan acompañar a los inmigrantes ilegales en un viaje de ida y vuelta a su país de origen, para “calentar sus corazones”, sin que las autoridades en la frontera se opongan o dejen un registro. 
¿Imposible? No necesariamente. La acumulación de las tragedias humanas que ocurren al no poder estar presente en la enfermedad de la abuelita, el sesenta cumpleaños del padre, el matrimonio de la hermana o hasta la Primera Comunión de la hija, no le sirve absolutamente de nada a nadie.
Por el contrario, un programa como éste, de naturaleza interina, hasta que finalmente decidan qué hacer con el problema de los inmigrantes ilegales, solo puede fomentar la buena voluntad. Algo que nunca sobra.


viernes, 15 de diciembre de 2006

Contra la fuga de los corazones

Sin importar lo mucho que se hable sobre como la fuga de cerebros (brain-drain) pueda afectar negativamente a los países en vías de desarrollo, que presentan un alto nivel de emigración, en mi opinión lo mas importante para ellos es evitar la fuga de corazones (heart-drain). Una fuga de corazones traería como consecuencia no sólo la posibilidad de perder la ayuda que actualmente significan las remesas, sino más importante aún, que la nación pierda para siempre a muchos de sus ciudadanos, justamente aquéllos quienes emigrando quizás hayan demostrado la mayor capacidad de iniciativa.

Hoy en día, aún con tanto hablar sobre la globalización, los registros económicos siguen manteniéndose basados sólo en unas fronteras geográficas locales. Por ejemplo, si un guatemalteco sale de su país, pasa a formar parte del PTB de su país anfitrión y sólo su remesa familiar quedará registrada en las cifras económicas de su Guatemala. Lo anterior es una manera errónea de enfocar el asunto, ya que, en mi opinión, en un mundo globalizado un guatemalteco jamás debería ser menos guatemalteco por el sólo hecho de trabajar en otro lugar. En tal sentido, todo el ingreso bruto que un emigrante obtiene en el exterior debería formar parte de un PNB de su país de origen y esto evidenciaría con mayor claridad la necesidad del país en apoyar a sus emigrantes en lugar de olvidarse de ellos.

Considero que las reflexiones anteriores indican claramente cuál debería entonces ser la principal función de por ejemplo las universidades en Centroamérica, con respecto a los emigrantes de sus países. De un lado, deben analizar y desarrollar los programas que pueden ayudar a un emigrante a maximizar su potencial en un país extranjero, cuando ha tomado la decisión de emigrar, y del otro, analizar y desarrollar los programas que puedan ayudar a un emigrante a no perder el contacto con su país de origen.

Basado en la anterior apreciación y en el hecho de que no hay nada más superior que lo absolutamente primario, le recomendaría a las universidades desarrollar de inmediato unos cursos virtuales sencillos sobre la historia, la geografía y la cultura de sus respectivos países y colocarlos a la disposición de todos aquéllos que están a punto de pasar a ser la primera generación de hijos de emigrantes centroamericanos… y antes que perdamos sus corazones para siempre.

Posdata urgente: El 7 de Diciembre de 2006 el Pew Hispanic Center, el Woodrow Wilson Center y el Migration Policy Institute publicaron algunos resultados de la Encuesta Nacional Latina que llevaron acabo en los Estados Unidos. Los resultados asustan ya que al ver con qué rapidez los inmigrantes se olvidan del regresar, dejan de efectuar transferencias y hasta pierden el contacto frecuente con la familia y amigos, la “fuga de corazones” parecería ser una enfermedad feroz.

En lo personal estoy buscando afanosamente que los Estados Unidos autorice un programa donde ciudadanos norteamericanos debidamente registrados puedan hacerse responsables como acompañantes oficiales, para permitir que los inmigrantes ilegales en los Estados Unidos y que para todos los fines prácticos están “presos” en ese país por cuanto no se atreven a perder la opción de quedarse, puedan ir i regresar a su país para “calentar su corazón”, sin que las autoridades dejen un registro de su viaje.

Publicado en El Tiempo Latino, Washington D.C.

jueves, 16 de diciembre de 2004

Enfermeras bilingües certificadas

La enfermería es una de las profesiones cuyo valor relativo está aumentando vertiginosamente como consecuencia de su globalización. Cambios demográficos y un cierto desinterés por la profesión en los países desarrollados dibujan una bonanza para la profesión por lo menos en cuanto a posibilidades de trabajo.

Para quien dude de lo anterior, lo invito a estudiar los programas de inmigración que se ofrecen en el mundo y comparar la dificultad que tiene un economista, un ingeniero, un abogado y un administrador comercial para conseguir visas, aun asesorado por costosos abogados, con la facilidad con la que una enfermera puede conseguirla, ella solita. Es más, ya se conoce de médicos filipinos, que descienden a la enfermería para así lograr acceso a mejores condiciones de trabajo.

Por supuesto hay quienes critican tal evolución con el argumento de la "fuga de cerebros", sosteniendo que sólo permaneciendo en su país puede la enfermera devolverle a la sociedad lo que la sociedad invirtió en ella. ¡Pamplinas! ¿Por qué hemos de alegrarnos cuando unos jugadores de beisbol compatriotas tienen éxito y alcanzan las ligas mayores y al mismo tiempo lamentarnos cuando unas enfermeras obtienen una mejor posibilidad profesional? La fuga de cerebros jamás me ha preocupado, es la fuga de los corazones la que me duele. Siempre que no se olviden de donde vienen y a donde quieren regresar, sólo podemos alegrarnos por el éxito de nuestras compatriotas.

Su éxito aumentaría además nuestras posibilidades locales. Una vez que el país se dé a conocer en el mundo como una fuente de buenas profesionales en la enfermería, más fácil será atraer una clientela internacional para las otras actividades relacionadas, tales como hogares de cuidado para la tercera (y cuarta) edad.

Las universidades tienen ahora el reto de buscar incluir en sus respectivos pensa de estudios de enfermería el aprendizaje de otros idiomas, así como lograr los intercambios académicos con universidades internacionales, que le faciliten a estas profesionales obtener las certificaciones que verdaderamente las pondrían a valer en otros países.

Como es normal, el principal obstáculo a nuestras posibilidades de éxito se encuentra en los acomplejados politiqueros que prefieren, o más bien requieren, mantenernos en la ignorancia.

jueves, 18 de noviembre de 2004

Créditos para viviendas globales

Asistí a una conferencia en Alemania sobre sistemas hipotecarios en países desarrollados y sobre su aplicabilidad al financiamiento de la vivienda social en países emergentes. En general resultó muy interesante, pero cuando me solicitaron un comentario, no pude resistir hacer el siguiente:

Antes de invertir nuestros escasos recursos en construirle una vivienda a una persona necesitada, debemos asegurarnos que esto ocurra en un lugar apropiado, para que no lo atornillemos aún más a la miseria. De otra manera, lo único que lograríamos sería haberle construido un techo bajo el cual el pobre siga muriéndose de hambre y en tal caso, es mejor comprarles unas carpas y estimularlos a mudarse a donde haya mejores perspectivas.

Así que, oyendo sobre sus avanzados sistemas hipotecarios, lo que más me interesaría conocer es si sus sistemas permiten que un alemán pueda acceder a un crédito hipotecario en Alemania para adquirir su segunda vivienda en uno de nuestros países pobres. De ser así, nuestros desempleados podrían construir tales viviendas, atender a sus propietarios cuando las visiten, cuidárselas cuando estén de viaje... y así sí tendrían una razón tanto para construirse sus propias viviendas, como para tener las fuentes de ingresos con que pagarlas.

De hecho, si los países desarrollados aceptasen que para fines de determinar el "riesgo bancario" de un crédito inmobiliario, les resulte igual donde se encuentra ubicado el inmueble, inmensas posibilidades se harían presentes en nuestros países. Hoy, los controles sobre los flujos de capital, que inconscientemente se imponen desde Basilea, vía las regulaciones bancarias, hacen demasiado oneroso para la banca local "desarrollada" financiar un crédito inmobiliario internacional... así sea que la casa internacional valga sólo la tercera parte.

¿Cómo eliminamos estos aranceles ocultos? Para comenzar, buscando eliminar aquellos riesgos con los cuales puedan argumentar las diferencias en el tratamiento. Por ejemplo, el sólo conseguir que una multilateral emita una póliza, que cubra el riesgo de expropiación, facilitaría mucho.

Para convencer a los países desarrollados de que ahora les toca el turno de liberar el flujo de sus capitales, necesitamos aliados, entre los cuales se encuentran esos miles de retirados en los países desarrollados, que ya no tienen como pagar el alto costo de la vida, ni los inflados precios de las casas... quienes, en un futuro, serán millones.

jueves, 4 de noviembre de 2004

Demanda imparable

El Washington Post publicó la historia de un americano enfermo del corazón, a quien le presupuestaron un costo de 200.000 dólares por operarlo en los Estados Unidos. Al no tener el dinero, se fue a la India, donde por apenas 10.000 dólares, pasaje incluido, le implantaron exitosamente una válvula y además pudo visitar el Taj Mahal. Otro ciudadano en Canadá, que debía esperar tres años para operarse la cadera, le cotizaron 23.000 dólares en los Estados Unidos, pero también se decidió por la India y todo le salió por 5.000 dólares…dice el artículo que incluso fue recibido en el aeropuerto y alojado en un cuarto privado con internet.

Simultáneamente leemos con frecuencia como se les hace cada vez más difícil a los países desarrollados cubrir los costos de sus promesas sociales, ante nada por los cambios demográficos, donde habrán más y más viejitos que cuidar… y para viejos vamos todos.

Al igual que vemos personas con iniciativa, que deciden no permanecer en un país que no les ofrece posibilidades y emigran; los enfermos y las personas mayores, que no tienen como cubrir un costo de vida demasiado alto, resultan igualmente imparables cuando de repente se les presentan alternativas. Estas diferencias en costos siempre han existido, lo único es que ahora, gracias a la Internet, todos tienen acceso a la información al momento, desde casa y a un costo cero.

Lo anterior indica que habrá cambios muy importantes en la manera como se prestan los servicios personales al nivel mundial… y muchas oportunidades económicas para algunos países. No es que sugiera que el consumidor viaje por un corte de pelo, pero aún en este caso podría ser que el ahorro obtenido pueda financiarle una buena parte de su turismo.

¿Y dónde quedaremos nosotros? Es difícil decir por cuanto las mismas oportunidades las tienen muchos otros países... a ver quién puede y quién quiere. Para comenzar y aún cuando la respuesta concreta sólo la puede dar el sector privado, el Estado tiene un rol fundamental, facilitando las condiciones de seguridad personal mínimas exigidas, algunos programas para facilitar la obtención de visas y exenciones de impuestos a los retirados mayores de 60 años y, ante nada, la declaración firme y contundente de que este sector económico será considerado como de prioridad fundamental para el país... jamás inferior en importancia que la agricultura y la industria

jueves, 14 de agosto de 2003

Las remesas familiares

En recientes publicaciones del Banco Mundial y de otros entes multilaterales, se ha destacado la gran importancia que tienen las remesas familiares para muchos países en desarrollo, como las de El Salvador, por ejemplo, que alcanzaron 1.900 millones de dólares en el 2001. Este fenómeno trae de cabeza a muchos banqueros, quienes buscan ver como atraer parte del negocio financiero que tales flujos representan, desde servicios de transferencia a menores costos hasta la emisión de bonos respaldados por las expectativas de futuras remesas.

Igualmente se estudia el significado para un país pobre de poder enviar a cientos de miles de trabajadores a los países desarrollados, con visas temporales, donde acceden a mayores remuneraciones, lo que incluso pudiera tener un mayor potencial económico que toda la apertura agrícola que tanto se les ha prometido.

Después de permitir que sus mercados sean capturados por suplidores externos, después de permitir el libre flujo de capitales, después de obligarse a respetar fuentes de rentas ajenas, como la propiedad intelectual y patentes y finalmente después de que muchos de los profesionales en quienes han invertido educación han sido capturados por mayores sueldos, parecería que los países pobres tienen razón en solicitar para su mano de obra no calificada un mayor acceso a los mercados globalizados.

No obstante, en las discusiones técnicas, tampoco debemos olvidar el aspecto humano de las migraciones, con los inmensos sacrificios incurridos y la generosidad con que comparten los ingresos con los familiares que dejan atrás. Hace ya más de 150 años que grandes grupos de europeos tuvieron que emigrar, entre otro por las hambrunas de sus países. Se iban sabiendo que no volverían a ver a sus padres, hermanos y a todo lo que hasta entonces conocían y querían. Los emigrantes de hoy, en general, tienen mayores posibilidades de regresar a sus hogares, pero no por ello sus vicisitudes son necesariamente menores y con frecuencia son rechazados y marginados.

En tal sentido, sólo resta quedarse mudo de admiración al observar los importantes montos que los emigrantes de El Salvador y de otros países pobres envían hoy en día a sus casas. No son más que un ejemplo fehaciente de que todavía en nuestros países subsisten los principios de solidaridad y tradición familiar. Puede que sean pobres en recursos, pero gracias a Dios esos países son ricos en valores.


El Universal
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